Sé que voy a estar mejor
Omar. 32 años. Guayaquil. Ecuador. Desde junio del 2001 está en Madrid. Comenzó limpiando locales, haciendo mudanzas, entregando publicidad en la calle. Relaciones comerciales. Y desde octubre del 2002 es camarero. En su tierra, como él dice, es bachiller contable y con su sueldo mantiene a sus padres y a su chica, no a su esposa aunque están juntos ya ocho años. Se me olvidó preguntar de dónde es ella, pero él es otro de los grandes personajes de la Madrid de noche que puedes encontrar en uno de los bares más concurridos cuando de ver un partido de fútbol se trata. Eso sí, no le gusta hacer dos cosas a la vez y cuando estaba por responder qué es lo que más le gusta hacer lamentablemente llegó un grupo grande de personas a las que debía atender.
Después dice que mantiene buenas relaciones con las personas y que por el trabajo conoce gente de varios países. Yo he tenido suerte, no sé si será así, pero siempre han sido positivas mis experiencias. Mantengo amigos, aunque conozco casos en que se han portado mal con ellos. Desde déspotas hasta explotados. Y añade que conoce compañeros que después de trabajar mucho tiempo, muchas horas al día, no han sacado nada bueno al final.
Recoge de una pequeña nevera una cerveza importada que alguien le ha pedido y cuenta que en su casa son seis, cuatro hermanos y sus padres. Las dos hermanas pequeñas, una de 17 y otra de 11, estudian. La pequeña está aquí desde el 2001 y la mayor desde el 2003. No pregunto por el segundo y él no sabe decirme por qué hay personas que se les pega el dejo español tan fácil, cuando él no demuestra esa característica. Sí, claro, emplea algunas palabras para poder dejarse entender.
Y una mujer llega, se sienta en la barra, lo saluda antes. Va preocupada, va triste. Escucho que enviará un fax y seguirá y seguirá hasta el final. Mientras Omar cuenta que, por supuesto, en tres años se quiere ver mucho mejor. Depende del trabajo, pero la economía cambia mucho. Sé que voy a estar mejor. Todo depende de las circunstancias. Ahora mismo no podemos pedir más, no podemos cambiar un nivel de vida porque no se puede. Con camiseta naranja propia del bar, enfatiza que lo mejor sería trabajar para él mismo, no para otros. Que sí, teniendo algo suyo se sentiría satisfecho. ¿Un bar? No sería un descarte. ¿Si no qué? En los negocios no se sabe hoy cuál te puede beneficiar. ¿Quién sí lo sabe? Y solo, mucho mejor. El beneficio es para ti solo, pero sabes que tienes que trabajar para que salga eso adelante. Y muchas horas. Nada de ocho o días horas, mucho más. Abrir y cerrar si te toca.
Hoy trabaja seis días a la semana, todos los feriados y el día libre se dedica a los papeleos bancarios y un segundo después llega una señora venezolana que pide, por favor, si su niña puede entrar al baño. Acto seguido, dos chicos que están en la barra con dos cervezas, parecen publicistas, le preguntan si puede prestarles unos cinco platos pequeños para colocar no sé qué pero que es para una presentación de algo unos metros atrás en la misma calle. Claro. ¿Estos están bien? Perfectos. Y los limpia y se los entrega.
Y Omar me dice que toda su familia está aquí, en Madrid. Allá está su abuela, que no quiere venir, así como algunos amigos porque ya tienen su vida, su familia. Además, la gente sabe lo que hay acá.
Y en el bar hoy no hay fútbol, por lo que los tres televisores emiten distintas señales y un amigo suyo ciego que siempre va se apoya en la barra. Creo que él es el de la cerveza importada. Mientras Omar mira un programa, cruza los brazos, se coge el cuello repetidas veces, se muerde los labios.
*Musica escogida por Isa
(Señor Coconut/ Smooth Operator-Beat It)