#ElPerúQueQueremos

Tallarines si no hay más

Publicado: 2010-12-01

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Pues eso. Noches de fin de semana. Sales de un café para entrar a otro. O a un bar. Ya conocemos la consigna en Madrid y por qué a esto se le llama o llamaba salir de marcha. Vuelves a entrar. Pides la cuenta. Sales. Corriges un poco el apetito, el zumo o el vino o el té. Observas, comentas, les dices a tus amigos que aquí también está bien pero vuelves a salir y a respirar aire seco. Caminas sobre los adoquines con las manos en los bolsillos porque el frío ya daña y porque se está más cómodo así. Más ligeras las miradas y los extravíos. La bufanda no incomoda. Ya los ves. Ya preguntan. No llevas reloj y crees que son las dos de la mañana y, o te vas a casa o sigues fiel al grupo tupido que se ha formado y empiezas por pedir alguna copa entre el aún intenso humo de tabaco que se aferra lastimoso. ¡Cerveza! ¡Cerveza! Entras de nuevo. Te toca apoyarte en la barra, no hay más espacio que hurgar. Giras a los lados en busca de gesto improvisado. Dentro otra vez apiñado o elemento que impide al café o bar cerrar. Te empiezas a aburrir y dejas de escuchar a tus amigos para analizar o adivinar qué camino podrías seguir si conversas con los que están tres centímetros a tu derecha. Mejor te vas. Saludas y besas o te besan esperando te quedes unos segundos más. Pero te vas, ¿cigarrillos?, y afuera estará. Estarán. ¿Cerveza?

Una cerveza. Un bocadillo de chorizo con queso o de jamón serrano con queso o un plato de tallarines. A un euro. Dos y dos. Cinco o seis cervezas entre sus manos que se mantienen frías y que te las ofrecen en cada esquina de la Gran Vía, entre algunas calles de Malasaña y Huertas. Ellos saben que pocos lugares hay si algo a esas horas quieres comer. Saben que puedes llegar a saborear camino a casa unos tallarines con verdura o carne entre las manos. Y si quieres tomate, te lo pondrán encima, claro. Pero si escuchan alguna sirena o ven que se acerca el patrullero de la policía local, entonces salen corriendo. Y uno de cada esquina hacia la oscuridad. No tan rápido. Ensayados. Saben que no tienen mucho que perder. Su secreto está siempre a salvo quizá porque todo el mundo ya lo conoce.

¿Te quedaste con hambre? Espera cinco minutos que volverán.

Y la sirena cree arrancarlos de su partitura mientras corren y corren. Después se detienen y preguntan. No dicen una palabra más. En la derecha llevarán la caja de cartón que emplean como mostrador o soporte o poyo que delimita su espacio y en la izquierda colgarán las latas de cerveza. Estarás fuera y hasta las 7 de la mañana te llegarán a preguntar si quieres cerveza, bocadillo o tallarines que los esconden a metros de distancia de donde minutos permanecen quietos. Pides uno. Caminan unos metros. Esperas. O gritan y se encuentran con otro personaje a unos metros mientras esperas y le entregan lo que has pedido. El chino es difícil de entender pero algunos tallarines a las 4 no tienen mal sabor, se hartan de especias y fríos no están. Todo depende de quién te lo venda, claro, hacia qué esquina saldrás en busca del búho o del taxi y con cuál te toparás.

Eso sí, es poco posible hablar más de treinta segundos con alguno de ellos pero se está intentando, sin la necesidad de correr ni de comprar un bocadillo cuyo pan va tierno, escondido entre bolsa de papel y bastante embutido dentro.

* Música escogida por Isa

(Massive Attack / Atlas Air / Heligoland)


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La noche olivastra

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